Presentación de Pedro Sánchez en Utrera, 25 de octubre de 2019

Nos convoca nuestro amigo Carlos Guillermo que tras una larga carrera literaria vuelve a sus orígenes. En efecto, de Carlos G., su buen amigo y excelente profesor y critico literario Antonio Garrido Moragas, a cuya memoria dedica Carlos G, este libro “con su agradecimiento por sus valiosas críticas”, decía que en su dedicación a la escritura,  es ejemplo de un escritor esforzado, que no ha cedido ni a la oportunidad ni a la moda.

Se dice que quien escribe y publica sus pensamientos lo que busca es perpetuar su memoria y aleccionar con su experiencia a los demás. Así, alguien ha dicho que hay todavía demasiada solemnidad en torno a los libros y a la lectura (el chileno de 1975 Alejandro Zambra). Pero fuera de toda solemnidad en nuestro caso, la presentación de un libro es siempre un acontecimiento gozoso.

«La primera intención del novelista es explicarse a sí mismo. Y, para hacerlo, tiene que explicar lo que hay a su alrededor», simplifica Rafael Chirbes. Total que toda obra que explora la realidad tiene necesariamente un fuerte componente ideológico y autobiográfico, se sea consciente o no de ello.

En Andalucía tenemos una pléyade de novelistas importante. Aparte de aquella eclosión de novelística social de los llamados “narraluces”, luego ha venido otras generaciones que han tenido otras perspectivas. Así, sin ir mas lejos, tras Alfonso Grosso, Manuel Barrios, Caballero Bonald, Julio de la Rosa, Antonio Burgos, Eslava Galán, Emilio Durán,  José Antonio Ramírez Lozano,   o Eduardo Mendicuti tenemos a Antonio Muñoz Molina, Juan Cobos Wilkins, Félix J. Palma, Francisco Núñez Roldán, Antonio Soler, Salvador Compán, Isaac Rosa, José María Vaz de Soto, Pascual Garrido, Fernando Azancot y, en fin, Carlos G. Navarro.

Pues bien, nos convoca en esta Sala nuestro paisano, querido amigo y compañero Carlos Guillermo Navarro.  No es necesario dar detalles biográficos. Es suficientemente conocido entre nosotros, aunque lleve mas de 50 años fuera de Utrera. Ahora lo conocen tan bien como nosotros en Málaga, donde fundó una familia y donde ha desarrollado su carrera profesional de jurista al servicio del Ayuntamiento malagueño. Y donde ha tenido siempre una presencia muy destacada, primeramente como autor teatral con el grupo “Cascao”, que fundó a semejanza de los  del “Lebrijano”, “Quejío” y otros análogos que en los tiempos agónicos del franquismo difundían un mensaje de rebeldía contra la falta de libertades, la desigualdad social y el conformismo de la sociedad. Y junto al teatro, el cineclub en el Ateneo, haciendo apostolado durante muchos años de una de sus más vitales aficiones, el cine,  enseñando a su público a ver y comprender  la grandeza y los misterios del séptimo arte. No puede negarse, parafraseando al maestro Belmonte que “se escribe como se es” y Carlos es un vivo ejemplo de la verdad de esa frase. 

Con estas pinceladas comprendemos que Carlos es una persona llena de inquietudes y de interés por la cultura, por conocer y desentrañar los entresijos de la vida, de la sociedad y de la relaciones interpersonales. Forma parte Carlos de ese selecto grupo de personas que, como diría Aleixandre, “no se quedan en la orilla de la vida…”,sino que se mete entre la multitud intentando abrirle camino y señalarle los horizontes, sacar a la gente de la modorra del día a día que adormece los sentidos y tratar de que se ocupen también de lo trascendente.

Esas inquietudes las ha volcado Carlos en la escritura y en sus publicaciones. Ya en 1977 publicó una colección de relatos, “Crónicas narradas”, que reeditada estamos presentando esta tarde, y que en aquella fecha dio paso en 1999 a su primera gran novela, “El toque de rebato”, la novela de cuya preparación sus compañeros le oímos hablar durante muchos años hasta que la parió, novela dura donde hace un análisis quirúrgico de una cierta sociedad de pueblo, vacía y falsa, a la que aplica el bisturí de forma inmisericorde. Tres años más tarde, en 2002, aparece su segunda novela, “Por las rutas de los mares”, que se convierte en una desesperanzada biografía de la soledad de un visionario que al final acabó arrasado por la incomprensión y la envidia.

Pero también hace una incursión por el género policiaco en su novela “Apuntes de una crónica negra”, de 2006.

Su cuarta novela, “El paraíso de las flores marchitas” la firma en 2013 y queda finalista en el Premio Andalucía de la Crítica, que es un impresionante cuadro donde laten a partes iguales la incomprensión, el hermetismo y la violencia entre las personas. 

En 2018 Carlos G. se publicó su quinta novela, “El Valle de los Riscos”, encargada primeramente a Guadalturia, editorial de nuestro inolvidable amigo José María Toro, con quien perdimos a un caballero, a un auténtico paladín de la cultura . Su fallecimiento dejó la novela sin presentar, lo que dio lugar a que se llevara a cabo una muy cuidada reedición por la editorial “Libros ENCASA EDICIONES Y PUBLICACIONES”, la misma que ha realizado la obra que hoy presentamos..    

Y de nuevo nos reunimos con Carlos que quiere compartir con todos nosotros esta publicación, reedición de sus “Crçonicas Narradas”, en la que se recogen 16 relatos en sus 282 páginas y siete ilustraciones que gráficamente representan los textos que siguen. Es un nuevo empeño editorial de “Libros En Casa, Edicions y Publicaciones”, de elegante diseño, edición muy cuidada que atraes nuestra atención con su portada muy llamativa. Tras un expresivo y muy acertado prólogo firmado por el profesor Gerásimo Arjona, es una recopilación de relatos escritos entre 1968 y 2014, periodo en que se intercalaron con las cinco novelas y dos obras teatrales representadas con su grupo malagueño “Cascao” en los años setenta, con un claro compromiso político a semejanza de los grupos teatrales como “Lebrijano”, “Quejio” o “Esperpento” que luchaban por hacer cambiar la situación y denunciar las lacras y las carencias del Régimen implantado en España tras la guerra civil. Ese lapso de tiempo entre los relatos nos permiten ver con nitidez como va evolucionando el estilo y la perspectiva de los asuntos tratados.   

Los volúmenes misceláneos, como el que presentamos, conllevan el riesgo de que la corteza anecdótica nos impida ver el meollo reflexivo. Por fortuna, no es este el caso de “Crónicas narradas”, donde Carlos Guillermo recopila un puñado de escritos aparentemente diversos pero con un claro hilo conductor que al final termina manifestándose en cada texto, ideas fuerza que subyacen en todas y cada una de las crónicas, como las llama Carlos. Porque los textos no son casuales ni anodinos sino que en el fondo relatan la misma historia desde diversas perspectivas. Hay en esas hojas volanderas una verdad humana que nos autoriza a leerlas como un testimonio vital y desnudo del autor que hace justicia a un tiempo y a unas circunstancias que a todos nos interesan.

Ya de entrada se desnuda el autor en sus nada menos que cuatro páginas de dedicatorias de su obra, auténticas llamadas de atención que preparan al lector para lo que va a seguir leyendo: “A las cosas pequeñas que destruyen lo que muchos consideran intocable… A los que se equivocan al pensar que pueden ser neutrales… a los que les persiguen los rencores hasta después de la muerte… “ para terminar la dedicatoria con una sentencia definitiva: “Dejo tan solo fuera a aquellos que utilizando cuantos medios tienen a su alcance, reducen a sus semejantes a una condición miserable”.

Con todo, lo más interesante del volumen se localiza en sus sentencias, en las que se condensan una ética y una estética. A los manifiestos urgentes redactados en las postrimerías de la movida,

que defendían una escritura entrometida en los asuntos diarios, contaminada de una cierta impureza dirigida al hombre de la calle, se suman ahora varias páginas indiscretas donde el autor se somete a sí mismo a un tercer grado o se pasea por los escaparates del consumismo.

Carlos revela que el único compromiso ineludible del escritor consiste en entregarse a las palabras como si le fuera la vida en ello. Al margen de su maestría discursiva, lo más llamativo de “Crónicas narradas” reside en la habilidad para desautomatizar los clichés, gracias a un difícil equilibrio entre las convenciones literarias y las sentencias reales. Aquí se dan cita fotogramas domésticos,  autorretratos en tercera persona que le tuercen el cuello a la retórica publicitaria, tragedias sometidas al veredicto de los lectores, citas a ciegas entre prestigiosos referentes culturales, listas de buenos propósitos ocultas bajo el disfraz de la autoayuda (‘xxxxxxxx’) y estilos de vida subordinados a las normas de un capitalismo afectivo.

Carlos en sus relatos retrata los ambientes que le preocupan y se entromete entre unos personajes que disecciona con maestría.

En el relato que abre la obra, “El torrente que nos lleva”, firmado en 1968, nos llaman la atención las reflexiones de adolescente, aturdido por las circunstancias de su entorno, en el que empieza a fijarse superadas ya las irreflexiones  de la infancia. Las típicas pulsiones de la edad y de sus relaciones con las chicas, el control de los padres en la edad en que el joven aún depende de ellos. El relato se configura con frases cortas, rotunas, entremezclando hechos y pensamientos, la crisis religiosa al hilo de la férrea disciplina del colegio de curas. Obra que inicia su internes por la creación literaria, donde ya estaba en marcha la elaboración premiosa y larga de su primera novela.

De 1969 son tres relatos intensos. En “Hombre al agua”, retrata magistralmente el ambiente de la playa y el verano donde, junto a las reflexiones de un pescador, laten conflictos de parejas, incomprensión, decadencia. “La caida” pone de manifiesto que el autor ha desarrollado con más precisión su estilo, a base de más diálogos entre los personajes, mas intensidad dramática en sus planteamiento y situaciones de rebeldía del joven protagonista muy bien reflejada. En “fueron tiempos de bohemia” hay un contrapunto femenino, entre la mujer que comparte el día a dia del protagonista y la mujer ideal de sus sueños, y al final se describe la soledad de dos en compañía.

Otros tres relatos, de mayor extensión que los anteriores, son de 1970:  En “El viento siempre sopla del Oeste” vuelve a escenas de infancia y colegio: El niño Pedrito , de familia humilde esta en un colegio de recia disciplina, estudia con beca y con agobio y presión por parte de su padre, que con mucha dureza lo quiere llevar por el camino del bien y del trabajo mientras el mismo engaña a su mujer con su cuñada. Y el contrapunto es otro niño, Luis, hijo de familia bien y amigo de Pedrito, que secretamente le envidia. “Esta carne está madura o las buenas crías”, con un título un tanto extraño, se podría decir que tiene un toque picassiano, reflejando ambientes de un restaurante, comedores, líos con suegras, camareras jóvenes. Un largo relato de guerra está en “La agonía”, donde toman como rehén a un hijo de un rico hacendado con el que uno de sus soldados captores tenía cuentas pendientes, desarrollandose la acción en un ambiente cargado de tensión que termina estallando en drama.

De 1971 son otros tres títulos. “Los elegidos” esta ambientada en la guerra, pero a diferencia de la anterior, no tiene diálogos, describe la vivencia del peligro en la toma de un objetivo militar, la incertidumbre de la acción, el enemigo oculto y al acecho, el soldado herido que reflexiona sobre la inutilidad de la violencia como medio y, como antídoto, la alegría de la vida tranquila, la belleza de una enfermera que cuida al protagonista. “En un país lejano” sitúa la acción en Paris, describe ambientes sórdidos y en el fondo plantea un debate sobre el aborto. “La carreta” es la vida trashumante de una pareja, miserable, y en medio un muerto inesperado que les complica la vida, donde aparece un cura representando el orden y las buenas acciones y las ortodoxia, y en el trasfondo conflictos agrarios.

Solo un relato firma en 1972, “El fuego inextinguible”, un incendio que pone de manifiesto la inoperancia de la Administración, la gente asustada, ordenes y contraórdenes, muertos, madres protegiendo a sus hijos en medio del desorden y del caos.         

En 1979 elabora dos relatos. “El Tío Meneo” es un texto simpático, donde Carlos demuestra su conocimiento del mundillo de la feria, los caballitos y retrata a Manolo, que en expresiva imagen “pasa de ser un peligro para la sociedad a trastorno inofensivo”. Es un personaje atrabiliario, miserable y desgraciado, que monta en su tio vivo a los niños que se mofan de él y con los que mantiene unas extrañas relaciones que conducen a un final no por esperado menos sorprendente. El otro relato de ese año es “La prisión y la gloria”, el mas largo del volumen con sus tres capítulos, en el que relata la historia de un pobre empleado, que vive una vida anodina y  sin ilusiones, hasta dar lugar a una detención absurda, recordando situaciones que recuerdan vagamente “El Proceso” de Kafka , sobre todo en el Capítulo II lleno de reflexiones morales pero también de incoherencia que se resume en esa frase: “aunque preso y detenido, camino con mi derrota hacia la victoria soñada”.

Otros dos relatos son de 1980: “La santa inocencia” representa el contraste de dos personajes, dos hermanos muy distintos, uno Jorge, agresivo y de agrio carácter y el otro , condescendiente, sumiso y buena gente.    Y el otro La velada del muerto describe gráficamente un velatorio de pueblo de aquellos tiempos, y los comentarios sobre el muerto, un personaje notable, adúltero, falso, turbio negociante y las vivencias que del mismo trascienden en el pueblo.

Y termina el libro con un relato de 2014, Pantalla en blanco”, título muy cinematográfico como no podía ser de otra manera en Carlos, uno de los mejores críticos cinematográficos que hemos conocido. Y despliega recuerdos del cine de su infancia, que le ha llevado a tener una extrardionaria cinemateca de mas de dos mil cintas. Relato que termina con la mítica escena del final de “Casablanca”. 

En realidad lo que ofrece  Carlos G. es un retrato despiadado de la mediocridad a través de los miedos y frustraciones de sus personajes, sí, pero también de los “lugares de comodidad” en los que un ser humano se dedica a proteger su mediocridad y a protegerla de las nobles asechanzas del espíritu.

El relato es ingenioso, sin duda, y le sirve al autor para buscar contrastes muy expresivos. No es menguado empeño el de hacer de la mediocridad el centro de un relato, entre otras razones porque es una fuerza negativa, lo contrario de un gran tema como el odio, la codicia, el amor o la muerte. Es como si el autor deseara construir un relato dramático sobre las no-cualidades de un hombre ininteresante, una suerte de épica de la mediocridad, un imposible porque no hay épica, ni orgullo, en la mediocridad pura y dura. Sin embargo, ­ consigue un relato digno de aprecio en su meticulosa y despiadada descripción de una vida sin vida; otra cosa es sostener esa trama sin ofrecer un respiro, sin un átomo de compasión por los personajes (ni por el lector, dicho sea de paso).

El libro de relatos conforma una propuesta sugestiva, pues a fe que se aplica a llevarla adelante con talento y una excelente escritura en la que pone toda su atención y no deja rincón del alma por hurgar, pero asoma un problema: que, tal y como aborda el relato, contiene en sí su lado negativo además del positivo, que lo es y mucho. Como buen autor que se precie, Emilio se vale de la ironía para retratar el espacio de sordidez, mezquindad y ruindad en el que se desarrollan sus historias; pero a diferencia de otros autores, no deja títere con cabeza, hay una especie de autocom­petición por alcanzar el más alto grado de sordidez entre todos los personajes.

El crítico y poeta José María Valverde, Catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona, con ánimo de provocar el debate, en su obra “Vida y muerte de las ideas: pequeñas historias del pensamiento” decía que «la literatura no sirve para nada, y sin embargo, para quien la disfruta es, como dice el mismo Proust, la verdadera vida, la posesión más honda de sus días y de su mundo».

Leer es desde luego un acto pasional: un encuentro íntimo del lector con el que escribe, que expresa sus sentimientos a través de la escritura con la esperanza de que sean compartidos con el lector.

Introducción

             Como breve introducción diré que en los apartados que contiene el cuestionario me voy a referir a la novelística o al relato, dejando a un lado mi producción teatral, que igualmente es un modo de expresión literaria pero donde se plasma el arte también con la escenografía. El texto en el teatro depende al final del montaje, o sea, de los actores, de los decorados y de los variados componentes de la representación. Cuando me refiero a la novela larga contemplo también el simple relato, aunque por su brevedad el ámbito estructural se someta a tratamiento distinto.

¿Qué crees que aporta tu obra literaria al conjunto de la literatura actual?

Sería demasiado pretencioso por mi parte especificar la aportación significativa dentro de un contexto tan enorme, ni siquiera aunque se tratase en uno básicamente más escueto. Lo que sí considero importante por mi capacidad de autor es hablar sobre la forma de mi narrativa que supone darle una dimensión especial al contenido, y puede suceder que quienes efectúen su lectura, les conduzca a plantearse el tema de la pregunta.

Muchas veces me han dicho, y yo lo he tenido a bien cuando me lo han preguntado, tus novelas y relatos no se pueden copiar por la forma que están escritos y los contenidos que desarrollan. Ni mucho menos pretendo que sean difíciles de leer, sino que tengan connotaciones que se acerquen a una narración que desemboque en una visión apartada de otros planteamientos autorales. Quizá lo deseable en cualquier obra es que quien la lea diga que está inmerso en una historia diferente, donde se traslada la estructura y el fondo a perspectivas desacostumbradas.

              Me formé en la cultura del cine y de la literatura, y hay elementos narrativos del primero que son buenos trasladarlos a la segunda; a fin de cuentas, el cine siempre ha bebido constantemente de la literatura. ¿Por qué no coger igualmente lo que contenga de particularidad este medio expresivo? Y pondré un ejemplo, una película desarrolla su recorrido con saltos de acción que no rompen su unidad y que a su vez hacen que intuyamos o sepamos lo que ha pasado, son huecos que quedan en el espectador para que inicie una actuación imaginativa, muchísimo más acentuada que en el desarrollo de una lectura. Es la visualización con que nos invade la película, y la descripción con la que se acompaña la novela. Y cabríamos preguntarnos ¿cómo crear una imagen viva a través de lo escrito? Por ello es bueno que se impregne con imágenes la novelística. Y así si en el cine se ve a una persona que pasa por detrás de unas casas y le persigue alguien, y luego vemos por la parte contraria aparecer al perseguidor con un objeto para una acción violenta, el espectador tiene imaginativamente que completar el espacio obviado y dotarlo del contenido correspondiente. 

             A mí en la narrativa me interesan estos saltos o huecos sugerentes que nos hacen intuir las cosas, así como abrir caminos diferentes en un punto determinado, aunque yo conduzca la acción hacia donde me interesa. Ejemplo en “Apuntes de una crónica negra”, la novela termina con una insinuación sobre el desarrollo de lo que va a pasarle al personaje central pero sin definirlo ni especificarlo. Acaba pronunciando la frase de “sintió como si le persiguiesen con un aliento pegado al cogote”. No obstante, una frase similar se encuentra al inicio, donde otro personaje siente ese mismo aliento, y a renglón seguido en el siguiente capítulo está muerto. No me interesa la tendencia del novelista a centrarse claramente en la muerte de ese personaje, pero sí hacer una solapada indicación del camino por donde se ha de seguir, aunque la acción no se haya completado. Se trata de matizaciones de la acción que recogen, de una u otra forma, algunos escritores. Nadie inventa nada.

            Por ello no puedo hablar de lo que aportan mis novelas y relatos, sino de las estructuras específicas de tratar los contenidos, que sirven para adquirir cierto tono novedoso. Me interesa de mi narrativa lo que conllevan en sí misma, nunca lo que aporta a la literatura actual, ni siquiera en cualquier otro ámbito regional o más reducido. Lo que si tengo presente es lo que por algunos se ha expuesto como un elemento fundamental de ella, que lo local se convierta en universal. O lo que es lo mismo, que identificándose mis obras con hechos concretos, alcancen perspectivas mucho más amplias.

¿Cuál consideras tu obra más importante? ¿Por qué?

            Hay una persona que cuando escribí la primera y la segunda novela, me dijo que cómo era posible escribir dos novela tan distintas. Hay otra que me aseguró a su vez, que se notaba que estaban escritas por un mismo autor independientemente de sus diferencias. Se trata de la exposición de una fórmula personal que me halaga cualquiera que sea el tipo de comentario.

         

Ciertamente no podría afirmar cuál de mis obras es la más importante, sólo me pronuncio sobre la que me ha supuesto más trabajo, o cuáles son los componentes que me llevaron a realizarlas. Y esto que acabo de exponer no centra la pregunta a contestar de este apartado.

          Las novelas tienen sus dimensiones cuantificables en extensión que no tienen que coincidir con su valor, otras veces sus componentes y contenidos son semejantes a los de otros muchos escritores, y también es bueno decir que varios supuestos narrativos pueden quererse por igual. O sea toda novela debe contener las páginas que precise, nunca dimensionarla en exceso ni acortarla. Tengo reproducido constantemente, que el trabajo realizado en mis novelas, es de años, unas más y otras menos. Pero el resultado ideológico, formal y de respeto hacia ellas, ha sido siempre el mismo cuando las he concluido: mi satisfacción personal por creer que he escrito algo que merece la pena como fiel reflejo de una realidad que he visto y que la he conducido por el campo de la ficción, dado que se trata de una novela o un relato. Aunque siempre entiendo que la ficción debe tener ese punto de realidad o de verosimilitud. Decía un gran cineasta que lo que le preocupaba de las películas del espacio, era que el ser humano no fuera simplemente eso.

La importancia está por tanto para mí, en la personalidad que uno le imprima. Yo podría informar que para la realización de mis novelas me inspiré en tan o cuál suceso, que me interesaba seguir el tema de una novela ya leída o que son cosas que me pasaron, pero garantizar que el novelista no se inspira en ningún supuesto o que lo narrado es fruto de la “creación”, me produce desconfianza porque parece que se está sacando de algún misterio celestial. Y es curioso porque ocurre, que una vez planteada mi narrativa de esta manera, nadie me ha hablado del modelo en el que me basé, porque en el fondo lo importante es que se haya constituido en una obra independiente sin que aparezca el reflejo aludido, o sea, como ya he afirmado, que sea distinta.

           La importancia que le doy, pues, es un concepto igualitario respecto a la totalidad de mi producción. Y me refiero que no sabría nunca elegir con un sentido preferencial a la otra,       anteponiéndose sobre todo el hecho de que el contenido tiene una única y exclusiva forma de aplicación por el autor que no deben ser desvirtuados ni cambiados, sino llevados a cabo tal como él los concibe y los representa.

¿En qué tipo de lectores piensas cuando escribes?

  Se debe pensar únicamente en la historia que se narra y el desarrollo de la acción novelada. No pienso en ningún lector, porque ya estaría excluyendo a otros.

En la escritura nadie debe traicionarse a sí mismo. Y esto lo hacen quienes piensan que una novela se hace para una búsqueda honorífica u ostentosa que englobe premios, editoriales importantes o un número de lectores fijados de antemano. Se debe pensar únicamente en la historia que se narra y el desarrollo de la acción novelada. No pienso en ningún lector, porque ya estaría excluyendo a otros. Además, la finalidad de cualquier publicación novelada, pretende, por lo general, que se convierta en la más leída del mundo. Cualquier otro planteamiento sería un tanto absurdo, porque nadie concibe trabajar en el campo artístico para conservarlo en un cajón. El hecho de ese extensivo conocimiento globalizador, es una ilusión que puede cuadrar perfectamente con una narrativa centrada por su autor en la aspiración de hacer únicamente lo que quiere, sin intentar hacer concesiones a un inmenso grupo de persona con sus dispares maneras de pensar. Y mucho menos pretender escribir las historias que hoy ofrecen una gran oportunidad de lanzamiento. Las personas se pierden con esa manera de escribir, y anulan su idiosincrasia, a pesar de que, a la larga, el tener como recompensa ser fieles a uno mismo, les lleve a muchos a quedarse en el olvido y en el silencio.

           Reconozco que la afirmación de que no me interesa fijarme en un tipo de receptor de mis novelas, sino en la posibilidad de que sea el mayor número posible de lectores, es una aspiración mucho más importante para mí. No puedo escribir con la idea de que vaya dirigida a un público en concreto, sino por el contrario al público en general, cualquiera que sea su estrado, sentimiento, edad o situación. No concibo nunca un lector determinado. Lo esencial es que quien quiera pueda coger el libro y leerlo, que es el proceso final para el que está escrito.

         Entiendo que es una idea que han abierto ya muchos escritores y artistas, pero desde mi punto de vista no puedo dejar de pensar en una realización a mi modo y, por ello, no excluyo a persona alguna, sobre todo si lo que pretendo es hacer visible la realidad e introducir al lector en el elemento testimonial que he desarrollado.

         En las presentaciones de mis novelas siempre me he dirigido a todas las personas. Sería excluyente que al estar hablando e intentando interesarles para que los asistentes al acto las lean, esté pensando solamente en algunos de los que se sientan en la sala, aunque sepa que enfrente haya personas que si deciden leerlas, que es lo que me agradaría, no les gusten.

Complementando la anterior cuestión: Perfil de los lectores que quisieras para tu obra.

De lo anteriormente expuesto se desprende que no escribo para un perfil determinado de lector,

no estoy condicionado por las cuestiones ideológicas, aunque las exponga, ni por ningún grupo de personas reunidas en un contexto social, ni por aquellos que no concuerdan conmigo y se sospecha que puedan no leer mis escritos, en este caso desearía que fuera todo lo contrario. Aunque rechacen mis obras por los motivos que sean, es bueno pensar que esos no admiradores las leerán porque se trata de una exposición que retrata la realidad como la siento y como la he visto y vivido. La vida en general, contada dentro del marco de la ficción debe de ser fuente de conocimiento para todos.

        Los que comulgan con mis pensamientos y mi forma de escribir,  percibirán en mi obra una cierta valoración al no tener discrepancias artísticas con ellos; aquellos que creyesen que no pudiera entretenerles, sería un buen momento para ser receptivos a lo ajeno y comprobar si en verdad lo que escribo les interesa o no.

Los personajes de Cervantes, cura y barbero, arrojan al fuego muchos libros y, con argumentos diferentes, salvan algunos. ¿Qué argumentos emplearías para defender tu obra si fuese acusada de falta de calidad y condenada por ello a la hoguera?

         El cariño que profeso a mi escritura quizá pudiera llevarme a enfocar esa decisión en el sentido de que en vez de que quemen algún pasaje de mis novelas y relatos, que metan en la pira al autor.

         Respecto a mí, lo siento. No se trata de un narcisismo imposible de desprendérmelo, es que cuando termino una escritura es porque he borrado, quitado, ampliado, unificado, veinte o treinta veces el texto de la novela o del relato. O lo que es lo mismo, si sé que hay algo que no me gusta, después de múltiples revisiones, lo quito sin contemplación porque no debe quedar. Cuando realizo algunas de mis narraciones me fundo en la totalidad con ellas.

        La defensa que haría, además de lo expuesto, es que cualquiera de mis historia contadas pretendo que forme parte de la realidad que me ha tocado vivir y por tanto que sea testimonio de nuestro tiempo.

        Como anécdota diré, que cuando me comunicó una editorial de cierto renombre que para publicar una de mis obras tenía que quitar algunos párrafos y frases del último capítulo, le dije que no, que no se le tocaba una coma. Lógicamente no se publicó.

        Es evidente que habrá autores que tienen preferencia por ciertos capítulos, párrafos o frases de sus novelas, pero yo no puedo separar la parte del todo. Es el conjunto de la historia, página a página, lo que al final la pone en valor o la desacredita

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