Crítica a la novela “La empoderada y maldiciente Sara” de Antonio García Velasco, publicada en Sur Revista de Literatura Núm. 16

Carlos Guillermo Navarro

A través de la novelística de García Velasco, cuya obra tengo a bien  conocer en gran parte, me sorprende la facilidad de los múltiples registros de  sus cambios narrativos sin que se modifique el estilo que normalmente las  mueve. Me asombra en particular, que siendo su obra singular y compleja por  el conjunto de matices que introduce, nos meta dentro de esa sencillez a que 

nos tiene acostumbrados como si fuera un clásico en la materia y no un  modernista que rompe esquemas  estilísticos, y asume su hacer artístico con la más clara de las exposiciones. Se desenvuelve esta novela, en concreto, por derroteros que, manteniendo esa sencillez manifestada, realiza estructuras diferentes y mezcla estilos literarios, que al fin y al cabo, a pesar de lo expuesto en la introducción de su obra, camina por itinerarios que en otros tiempos autores de renombre consiguieron unificar: la poesía y la narrativa. 

¿Es una historia sobre los poetas actuales o es una pura ficción?, cabría preguntarse, por razón de los nombres que se deslizan en la obra, ¿Cuál es la faceta en la que nos encontramos? No obstante, cualquiera que haya leído la obra de García Velasco, sabe que la ficción está por encima de cualquier otro supuesto, que  desemboca en un matiz prosístico, terreno, de tiempo, formando una realidad  que siempre se desprende de la ficción. 

Este salto cualitativo que da en la actual obra, al unificar poemario y narrativa nos lleva a una plasmación donde la poesía adquiere una mayor  relevancia, puesto que la obra tiene siempre presente al poeta, (se trata de  poetas, de presentaciones de sus obras, y de situaciones que tienen que ver  con ella) y donde los conceptos idílicos de la poesía se elevan por encima de lo  narrado. La trama de unificación de estilos literarios está muy clara, puesto 

que a todo poema que se introduce en la obra, viene el desarrollo de una  narrativa tendente a explicar o entroncarse con lo poético, dado que en gran  medida, esta novela se desarrolla sobre elementos estancos, diferentes presentaciones de poemas, sobre el desarrollo de la crítica de Sara Quijano, y  sobre el enfrentamiento con el Bloguero. Se recoge a través del texto la  sentencia de Carlos Muñiz Romero, que hace suyo Sara, afirmando que son  pocos los poetas que en el mundo son buenos, sin que por ello se tenga que  excluir a nadie en concreto. 

No hay duda de que la enemistad que le surge a Sara entre los que se  creen atacados por decir las cosas como las piensa, es el fruto de una verdad  subjetiva, puesto que toda crítica es una visión personal de lo leído. Ello nos  lleva a una situación extrema desde su punto de vista, hecho común que le  viene a cualquiera de querer decir las cosas como cree que son, y así, expone el  autor sobre ella, que por un lado se reconocen los méritos de Sara cuando le  dan un premio por ser defensora y luchadora como mujer, pero surge luego el  efecto contrario, pues, ”está sola” y “vive sola”, buscando sólo la compañía  ocasional en su “cama libre”. Es una de las contraposiciones que lleva García  Velasco a exponer en su obra. 

Como ocurre en casi todas las obras de ficción y ésta lo es, se quiere dar  también un matiz de realidad, puesto que el autor pocas veces puede  substraerse a las vivencias a las que pertenece; de aquí que se nombren personajes existentes y reales, pero que no tiene nada que ver con la propia narración de la obra. 

Para alejarse de conflicto con personas que pueden quedar señalados en  la novela, Velasco utiliza una frase mil veces repetidas en el arte, tal como le  ocurre a Sara para evitar identificar algún poema con cualquier autor de la vida  real, de que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, así nos  decían o nos dicen multitud de películas, y que es extensiva la frase a otras  muchas novelas. 

Esto nos lleva a una especie de contradicción, como se ha manifestado, donde aparece retratado un personaje real, pero que no existe más que como identificación de un elemento de ficción, y que al mismo tiempo se eleva a  generalizador lo que se abarca como un mero hecho individual. Me explico: Sara siempre habla de que no da nombres, y, por tanto, que puede ser  cualquiera de los autores que pululan por el mundo con carácter general, pero  todos los lectores identifican en concreto, o sea, individualmente y en la  ficción, al que se está refiriendo. Así habla de forma general, pero deja que  cada uno recoja su manzana. A diferencia de Juan Ramón Jiménez, Sara no  reduce, como decía el poeta, lo local a universal, sino todo lo contrario, lo  general a concreto y, “ficcionando” dentro de la ficción. 

Respecto a una reiteración que hay en la novela sobre todo con un  autor específico, el bloguero, Antonio García Velasco, que copia poemas de  Sara para escribir con ellos sus microrrelatos, es de decir que, aparentemente,  se trata de un juego literario más, pero, en realidad nos plantea una cuestión 

existencial, el mismo que plantea Unamuno acerca del autor y el personaje de  su novela, trasunto del problema de los seres humanos respecto al Dios  Creador. ¿Puede un creador apropiarse de la obra de sus seres creados? 

Hay que tener muy en cuenta que la diversidad estructural, la  disponibilidad de distintos géneros, la mezcla de estilos, y el crearnos una obra  tan diferente a las anteriores de este autor, hace ésta sea una obra muy original, incluso teniendo en cuenta que ya los poetas románticos veían bien  esta mezcla de géneros, el de la narrativa y la poesía, sobre todo. 

En el mundo actual donde ya el poeta, con toda su peculiaridad, se  acerca a la narrativa, Velasco integra los estilos como en un mismo campo de  acción. 

El puzle que se va formando en la novela es ese tangram donde las  piezas deben encajar, y, si ahondamos en la obra, vemos como en ciertos  capítulos, la dualidad, la sugerencia y la duda dan mucha personalidad a la novela, y así, en un pasaje que casi queda desapercibido, dice referente al  poema donde habla de la “gurrina” de Emilio Rueda”. “…Y no te arrepentirás  tanto si es cierto el verso como si es un bulo de la deslenguada”. Se acentúa  aún más cuando dice de Sara “a lo mejor desconocemos al poeta a quien hace  alusión, pero nos lleva siempre a especular sobre si se está refiriendo a este  autor o a otro, al conocido o al desconocido. Nos hace preguntarnos si aquel  con quien estuvo cenando, o paseando es el objeto de sus retratos personalizados”. Y también en determinados pasajes hace mención a la  historia reciente, a los ideales, y a otros elementos de la actualidad literaria o  general. Ejemplo de ello es la idealización que hacemos de los escritores,  poetas y artistas donde los elevamos por encima de lo terreno, desvistiéndolos de lo humano. “La persona idealizada se descubre achicada con el  egocentrismo, la impostura o el mal aliento”, es el rechazo de la persona que  una vez idealizada, se nos muestra con los múltiples defectos físicos y  anímicos de todo ser humano. En otro pasaje, nos recuerda Sara las risa  promovida por la Égloga I de Garcilaso cuando en uno de sus poemas dice …  “y el mismo yo me corro agora”, para después explicar el profesor y decirle  que “correr es huir, que tienes una imaginación demasiado encendida”. Como  vemos casi siempre hay una tendencia a la duplicidad o a la sugerencia 

La persona que centra su historia y que la une es Sara Quijano, y donde  se van dibujando múltiples personajes a través de los pasajes poéticos y sus consecuentes explicaciones narrativas. Quizás no interese tanto el hilo  conductor de los que se pueda llamar protagonista, salvo Sara, sino las  diversas relaciones que a través del texto se van fraguando.  

Así mismo, se desgranan situaciones de la España del momento cuando  habla de la ideología en el campo de la poesía social, de lo subjetivo y lo  objetivo, y de cuáles son nuestras verdades. 

Me acuerdo de un pasaje que decía Antonio Garrido, al enjuiciar a un  autor, que no detentaba un modelo de sociedad, sino que se inclinaba a  retratar lo que veía para quien lo deseara sacase sus deducciones, es la mejor 

forma de intentar servir a la verdad, porque constituye siempre el fruto de su  búsqueda, dado que cada uno cree tener la suya.  

Fruto de lo anterior y también de lo que hemos venido exponiendo, es ese tema básico y fundamental que afirma el argumento, que recoge  críticamente García Velasco, de que “quien no está conmigo está contra mí,” o sea, de quien no acepta el concepto básico de la diversidad. 

Lo que se desprende de la parte final de la obra e igualmente de las  exposiciones de Sara Quijano, es que es una mujer como la define el autor,  “desinhibida, comprensiva y liberal”. Hay una frase de Quevedo, que recoge el  autor, y que condiciona el hacer de Sara, dado que la misma nos incita a la  sinceridad: “¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo  que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”. 

Para terminar con la afirmación de la protagonista, diríamos como  afirma la propia Sara: 

“Mis poemas satíricos o críticos no valen por su verdad constatada sino  porque ponen de manifiesto, o lo pretenden, el panorama poético de nuestro  tiempo”. Así hace pasar la verdad a un segundo plano, puesto que ya se ha  expuesto claramente la opinión sobre este hacer, e intenta recoger la razón  esencial de la poesía de nuestro entorno. 

Novela de una sencillez que raya en el clasicismo; poética porque la  lírica salta por encima de la narrativa, dado que la poesía es el eje que mueve la  historia, siendo igualmente una novela; compartimentada en numerosas  historias unidas por un eje común; fiel reflejo de una poesía pasada y al mismo  tiempo de nuestro tiempo; novela que se lee con mucha facilidad para poder  llegar a su estudio en profundidad; y por encima de todo, fiel a la forma de  hacer de un autor que une ficción y realidad como pocos, agrandando su  propia literatura, por no llamarla ni poesía ni narrativa por su extraordinaria  mezcla expositiva de pasajes de estilos diferentes.

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