Crítica a la novela “Homo vampyrus” de Antonio García Velasco, publicada en la revista Gibralfaro UMA

 Por Carlos Guillermo Navarro

HE SEGUIDO FIELMENTE la obra de Antonio García Velasco con el interés que proporciona lo novedoso en el tratamiento de las ideas, y cuya perspectiva va más allá de la realidad presente, pues esta la coordina con una fantasía que eleva a sus personajes por encima de su desarrollo mundano, y que nos sirve para comprobar lo que hay en nosotros de concreta vivencia y lo que se podría alcanzar dejando volar la mente.

Homo Vampyrus aún va más lejos, y se mueve en el terreno de la pura ficción, dándole una dimensión engarzada con las personas de este mundo, que está ya relatado en múltiples secuelas de la novela más significativa y reconocida, la de Bram Stoker, donde los diferentes matices que se han recogido, especialmente en el cine, nos dejan unas historias llenas de terror, menos una excepción importante, la de El baile de los vampiros, de Roman Polanski, y de otras que, sin hacer concesiones a la comicidad, sacan, dentro de sus diferencias, sus propias conclusiones, como la saga Crepúsculo o Una chica regresa sola a casa de noche, películas recientes.

La obra que nos ocupa tiene un diferente enfoque del espíritu de la novela inicial, que nos ofrece el autor como una variante en su género de terror, desviándose hacia conceptos muchos más irónicos, sarcásticos a veces, y donde la sonrisa nos da pie para enfocar las historias de vampiros sobre un prisma que se ha visto de forma infrecuente en este tipo de narraciones.

La historia comienza como otras que intentan centrar la realidad en un manuscrito, caso concreto en “Otra vuelta de tuerca”, y que parece como una historia vivida por el propio personaje principal.

El tono de verosimilitud que quiere otorgarle el autor al tratarse de un documento entregado por un antiguo alumno a su profesor para que lo cuente como si fuera él, nos lleva al mismo tratado de la novela, o sea, las apariencias que tienen que adoptar los vampiros con los humanos para significarse delante de la sociedad. Por ello, García Velasco da un giro peculiar, pues quien cuenta su historia es un vampiro, pero quien la da a conocer como propia es una persona humana.

En el manuscrito que se le entrega por quien se muestra como vampiro, dice «convertirme en vampiro ha sido lo mejor que me ha ocurrido en la vida…», y, en otro momento de la historia, por una de las mujeres que pululan por ella, se dice igualmente, «es un don ser vampiro». Por tanto, presenta una idea distinta de los temas tratados sobre ese reino de los noctámbulos, pues, como veremos a continuación, se rompen muchas estructuras y actividades de estos seres.

En Homo Vampyrus, estos tienen más semejanza con los mortales que en cualquier otro tratado, pero, a su vez, también existen las mismas variantes que se recogen en esas obras, aunque con connotaciones diferentes.

Establezcamos algunos principios de la novela:

1) En el ámbito sexual, sienten lo mismo que los mortales, engendrando una libertad en este campo que sobrepasa nuestro campo humano, en el que el instinto se suelta sin connotaciones morales ni sociales que le refrenen; por eso, cuando va a iniciar su relación con Benito, Laura le dice a Magdalena: «tú déjate llevar por el instinto»; o, en otro momento, Paloma, que es una vecina mocita, prudente, virtuosa e inteligente, cuando se vampiriza, se transforma en lo que otros humanos desearían ser, personas lanzadas, sin inhibiciones.

2) La pócima creada es para dar apariencia total de figura humana, dejar su aspecto pálido, diferenciado, sin anclajes de colmillos salientes, ni crucifijos que los rechacen.

3) Succionan la sangre como comida, y así tienen resuelta la necesidad básica, identificándolos el autor con los humanos por la alimentación de estos con los animales, y hasta les llama “donantes” a sus víctimas, porque quitan a los humanos su sangre para producir vida. Es curioso el anuncio que circula en algunos de nuestros coches actuales con significación de lo que digo, “hazte donante y regalarás vida”.

4) El vampiro aparece como una categoría superior a la del ser humano.

5) Son iguales entre ellos y tienen dones de pitonisas que los facultan para predecir el nacimiento de un niño.

6) Entre ellos no existen los celos, tan arraigados en el mundo de las relaciones humanas, ni rencores, ni actuaciones inadecuadas, ni necesidad de dinero, y lo trata todo como un escalón superior, no como una consecuencia de la condición humana.

Causa del estudio diferente sobre la ficción que se ha venido desarrollando en novela y cine, y que quizás únicamente se conecta, como he afirmado, con El baile de los vampiros, es tratar la historia con cierto tono risueño en algunos momentos y con ironía en otros, y así nos encontramos con que el vampiro nota un sabor amargo al succionar a una drogadicta; hay también notas de hilaridad en algunos momentos del relato, como cuando se establecen las tres formas de succionar que existen: desayuno, comida, cena; cuando una de las mujeres vampiras coge una “cogorza” imponente al succionar la sangre a un borracho, o cuando inscriben a un vampiro en el censo para que no quede en un “sin papeles”.

La normalidad de relación entre humanos y vampiros llega a veces a equipararse de tal forma que, en la boda, los vampiros son atrayentes para los humanos por su propia figura, y diferentes a la vez porque es la pócima los que los convierte en iguales.

Es también curioso cómo se establece la distinción con los seres humanos, porque los vampiros no se diferencian socialmente unos de otros ya que cualquiera de ellos puede tener satisfecho lo que los humano desean: dinero, poder y tiempo. Y si tuviéramos que definir el bienestar en nuestro mundo, esta novela vampírica sería el ejemplo por el que las personas intentarían llegar a ese bienestar.

Pero, por otro lado, la pretensión de implantar a los humanos, como tales, la igualdad en un mundo capitalista como quiere Benito, después de su boda, en una de la empresa que dirige su suegro, no solo fracasa sino que se ve él mismo en peligro, propio de ese mundo deshumanizado, de control y de omnipresente desigualdad en el estado moderno.

Mi opinión sobre las historias vampíricas no es precisamente muy favorable, pero tengo a bien tener a Homo Vampyrus como una obra diferente, una narración que nos enfoca el fenómeno del vampirismo desde el posible bienestar que pudiéramos alcanzar si fuéramos más razonables. Novela muy entretenida, distinta y construida desde un punto de vista especialmente singular.

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